¿Qué es el niño interior?
“Nuestro niño interior”. Probablemente no sea la primera vez que ves estas palabras juntas. Pero, ¿te has tomado el tiempo para reflexionar sobre su significado?
Cuando hablamos de nuestro niño interior, hacemos referencia a un símbolo, una imagen mental que representa ese estado en el que nos permitimos ser absolutamente genuinos y fieles a nuestras emociones, a nuestra más pura esencia.
Como adultos, hemos olvidado los aspectos más profundos y originales de cuando éramos niños: la inocencia, la simpleza, la capacidad de asombro frente a los más pequeños detalles, la flexibilidad, la espontaneidad, la imaginación sin límites, la experiencia y expresión genuina de cualquier emoción, la vivencia plena del momento presente…
¿Te animas a hacer un pequeño ejercicio?
Escoge una fotografía de cuando eras pequeñ@ y obsérvala detenidamente durante unos instantes. Y ahora respóndete a ti mism@: ¿Qué emociones y sensaciones despierta en ti? ¿Surge algún recuerdo a partir de lo que ves? (Si quieres, puedes apuntarlo en algún sitio y guardarlo para ti).
Muchas veces, el recuerdo de nuestra propia infancia despierta en nosotros sentimientos de ternura y a la vez nostalgia por aquello que creemos perdido para siempre. Como si es@ pequeñ@ que un día fuimos hubiese desaparecido en un lugar lejano al que no podemos llegar…
Pero la buena noticia es que no está perdid@. Está allí, más o menos escondid@, más o menos cubiert@ por capas de teorías y de miedos, capas de lo que nos hicieron creer que éramos y con lo que eventualmente nos identificamos como si de verdades absolutas se tratara.
¿Te suena familiar esa voz en tu cabeza que no hace más que mandar? “No deberías sentir esto”, “pensar aquello está mal”, “tampoco deberías querer esto que quieres”…Sí. Es la voz de los “deberías”.La voz adulta que constantemente ahoga al niño que quiere salir a jugar, que se quiere ensuciar la boca de chocolate y la ropa de tierray que, aunque sea por un ratito, quiere sentirse libre.
Y es que ser libre implica ser vulnerable. Y ser vulnerable da mucho miedo, sobre todo a los adultos. Por eso, como adultos que somos, nos pasamos gran parte del tiempo intentando tapar y evitar este tipo de sensaciones, estas ganas de dejarnos ver, pues tampoco nos sentimos con el derecho a experimentarlas…“son cosas de niños y ya no hay tiempo para eso”, “ser niño es ser vulnerable y eso no lo necesitamos, tampoco hay tiempo para eso que ya la vida es muy complicada”…
¿Lo ves ahora? No es nuestro niño interior quien nos deja. Somos nosotros quienes abandonamos a es@ pequeñ@ que nos pide a gritos que l@ dejemos salir. Marcamos una distancia tan grande entre el adulto y el niño que, sin darnos cuenta, nos olvidamos de nuestra verdadera esencia como seres integrales y complejos constituidos por miles de aspectos que nos definen y que pueden coexistir.
Así, nuestro adulto sirve como guía, acompañante y maestro del niño que solo quiere jugar y que no conoce las reglas del mundo de los mayores, mientras que éste le recuerda al adulto que a veces jugar también está bien; que no todo hay que tomarlo tan en serio y que, si se escuchan y aceptan mutuamente, será más fácil acercarnos a la vida que realmente queremos llevar.
Como ejercicio final, te dejo las siguientes preguntas para que reflexiones sobre tu propia experiencia:
¿Recuerdas cuándo fue la última vez que l@ escuchaste y atendiste?
¿Y cuándo fue la última vez te permitiste ser espontáne@ y auténtic@ sin descalificarte a ti mism@?
Si tu niño interior hablase, ¿qué te diría que le hace falta? ¿qué le gustaría?
Para terminar, vuelve a observar la foto que escogiste en el primer ejercicio. Haz una inspiración profunda y piensa, pronuncia o escribe una frase que te gustaría decirle a es@ pequeñ@ si lo tuvieras frente a ti.
¿TE ANIMAS A RESCATAR A TU NIÑ@ INTERIOR? ¡SEGURAMENTE TE LO AGRADECERÁ!
