¿Somos lo que pensamos?
Vivimos en una cultura en la que durante mucho tiempo se ha dado prioridad al pensamiento y a la lógica. Un gran ejemplo de esto lo podemos encontrar en la frase más conocida del filósofo Descartes: “pienso, luego existo”. Pero, ¿qué tal si por un momento nos planteamos justamente lo contrario? ¿Qué tal si consideramos la idea de que antes de pensar también existimos? Porque lo cierto es que para poder tener pensamientos, debe haber alguien allí que “los piense”, ¿o es que en esos momentos en los que no pensamos en nada (aunque sean pocos) dejamos de existir?
Con esta idea queremos invitarles a reflexionar sobre esa voz interna que nos acompaña a todos allí donde vamos; una voz incansable que se encarga de evaluar y juzgar lo que nos rodea, así como de guiarnos en las acciones que llevamos a cabo, a veces de forma muy acertada, y otras veces, no tanto; una voz que intenta protegernos y asegurar nuestra supervivencia, por lo que no es nada descabellado que en la mayoría de los casos hagamos caso a lo que nos dice.
Pero, ¿qué pasa cuando nos volvemos un@ sol@ con esa voz? ¿Cuándo nos identificamos totalmente con ella? Lo que nos ocurre entonces es que le otorgamos un valor de verdad absoluta a lo que nos dice, dándole todo el poder sobre nosotros, de modo que con mucha facilidad terminamos por creer que lo que somos como personas queda reducido únicamente a ese sonido casi incesante en nuestra cabeza o, lo que es lo mismo, a nuestros pensamientos.
Entonces, ¿lo que pensamos es lo que somos? ¿somos esos aproximadamente 60 mil pensamientos que nos pasan por la cabeza cada día? Parecería difícil tener una identidad definida si ésta estuviera basada únicamente en lo que pensamos. Por eso, la buena noticia es que realmente no somos la voz de nuestra cabeza, somos mucho más que eso. Entender esto puede ser útil para ayudarnos a tomar distancia de nuestros pensamientos y, en líneas generales, también de nuestras emociones y sensaciones, porque somos más que todo ello: somos el espacio en el que todas estas cosas ocurren, somos la audiencia que puede observar aquello que sucede en nuestro interior.
Intentemos aplicar esta idea, sobre todo, a esos pensamientos negativos y catastróficos de los que nos resulta tan difícil deshacernos. Cuando éstos aparezcan, podemos decirnos a nosotros mismos: “mis pensamientos son míos, pero no definen lo que soy”. Por ejemplo, puedo pensar que “tengo” ansiedad, pero eso no significa que mi esencia como persona sea “ser ansios@”, de modo que si nos hacemos conscientes de lo que nos dice la voz interna, podemos empezar a observarla desde una perspectiva más lejana que nos permita mirar a los pensamientos a la cara y entender que realmente no tenemos por qué ser esclavos de ellos.
¿Y qué tal si empezamos a entrenarnos en no ver a los pensamientos negativos como nuestros enemigos y dejamos de luchar tan intensamente por deshacernos de ellos? En el siguiente vídeo podremos ver algo más sobre esto:
Para ver el vídeo con subtítulos en español, seguir los siguientes pasos:
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